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sábado, 26 de abril de 2014

Kigurumi Dolls, o el sueño grotesco de ser una muñeca anime en vida




La fotógrafa Laurie Simmons explora cuestiones de género, identidad e imagen pública a partir de un subgénero japonés del 'cosplay' en el que los participantes visten disfrazes y máscaras para encarnar a personajes de estética anime.

         

Vivir es ser otro, decía Pessoa, poeta del desasosiego. Y hay gente dispuesta a llevar esa idea hasta sus últimas consecuencias.

A principios de año, una serie documental de Channel 4 daba visibilidad al fenómeno del ‘female masking’ o las ‘living dolls’, hombres que en sus ratos libres se aplican postizos de látex en la cara y en el cuerpo para lograr la apariencia de una muñeca de plástico. Durante más de una década se ha ido desarrollando una subcultura marginal alrededor de estas “muñecas vivientes”, y en Japón, dónde si no, existe una versión pariente de ese mismo fenómeno que adapta la pulsión por el travestismo y la modificación corporal al imaginario de su cultura pop.

Kigurumi es el nombre japonés para los disfraces de personajes animales. Sirve para designar a personas caracterizadas como animales de ficción y también para refererirse a esos disfraces de cuerpo entero en forma de mono o pijama con capucha que representan a personajes animados. Pero hay también quien, puesto a disfrazarse de otro, prefiere mirarse en el espejo del anime, casi siempre en sus personajes femeninos. Es lo que se conoce como animegao, una variante del ‘cosplay kigurumi’ que en sus casos más extremos recurre a las prótesis faciales (hechas de latex, masilla o fibra de vidrio), los trajes zentai de cuerpo entero y los disfraces para intentar replicar de forma exacta la apariencia del cartoon original. Porque, ¿quién no ha soñado alguna vez con parecerse a un personaje bishōjo a lo Sailor Moon?

Ese mismo "yo no" con el que has respondido a la pregunta anterior es el que movió a la artista norteamericana Laurie Simmons a dedicar su última serie fotográfica al universo de las Kigurumi Dolls. Pero lo hace con trampa, aproximándose al asunto de una forma oblicua.

Simmons -que es, por cierto, la madre de Lena Dunham- no viajó hasta Japón para retratar a fans reales del animegao, sino que buscó en la red la manera de conseguir máscaras de Kigurumi y a partir de ellas creó una serie de personajes. Luego reclutó a gente de su entorno para que les dieran vida. “Los vestí, creé poses, teñí su pelo y dejé que desarrollasen sus propias personalidades, gestos y tics a partir de los modelos que los habitaban. Lo percibía como si estuvieran haciendo el esfuerzo de revelarse ante mí y eso es lo que he estado intentando capturar”, comenta la fotógrafa.

Con su proyecto trataba de “explorar los subtextos psicológicos de la belleza, la identidad y la persona como personaje alrededor de estas Dollers que había creado. Primero las vestí sólo con latex de estéticafetish, algo que parecía apropiado para su naturaleza de muñecas y sus identidades, pero pronto se hizo evidente que necesitaban expandir su repertorio y jugar con el atuendo (...) Mientras trabajaba en los personajes comencé a pensar en las implicaciones de usar máscaras para cambiar la imagen pública de uno mismo y también sobre mi creciente afección por los performers que las usan”.

A lo largo de sus cuatro décadas de carrera como artista, Simmons siempre se ha mostrado interesada en explorar asuntos relacionados con el género, los estereotipos, la construcción de identidades, el fetichismo y la cosificación, y su nueva serie insiste en el mismo sentido. Lejos de querer reflejar de forma morbosa la excentricidad de la subcultura japonesa de los 'Dollers' como expresión freak, la fotógrafa se inpisra en esa práctica para reflexionar sobre cuestiones que nos afectan a todos. Sobre todo en estos tiempos tan dados a la representación mejorada de uno mismo a través de internet.

“En la última década las fronteras entre identidad y personaje se han vuelto progresivamente borrosas, a medida que los individuos presentan sólo su MEJOR yo a sus seguidores en Twitter, Facebook e Instagram. Una pequeña inclinación del iPhone puede marcar la diferencia entre lograr unselfie glamouroso, divertido u obsceno. Me pregunto sobre ese espacio nublado que queda entre el quiénes somos 'nosotros' para nosotros mismos y ese otro 'nosotros' que es inventado, construido y expresado a través de las herramientas que están a nuestra disposición en el siglo XXI. ¿Acaso no estamos todos jugando a disfrazarnos en algunas partes de nuestra vida?”.











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