
Sin espacios para la intimidad, la vida sería una loca carrera hacia la enajenación. Todos necesitamos de esos momentos en los que nos sustraemos del entorno para llegar a esa zona reservada a uno mismo. Ese espacio, a la vez psíquico y físico, ajeno a la dimensión pública, es como un oasis en mitad del desierto, un reducto silencioso en el que parar a beber, a templar los nervios y recomponer el cuerpo después de la exposición a las calles, oficinas, tiendas y vagones de metro. Entre tanto ajetreo, lo único que deseamos a veces es hacer cocooning, desconectar del mundo, entrar en la burbuja y disfrutar del ruido de nuestros propios pensamientos.
La intimidad es un concepto universal, pero las interpretaciones a las que se presta son múltiples. Para algunos tiene un sentido de exclusión, de esfera propia donde los demás no tienen cabida. Tiene que ver con el hogar como refugio, con pasar tiempo a solas con uno mismo, con la percepción del propio cuerpo, con la desnudez, la comodidad, la calma y la relajación de las formas en ausencia de otros. Para otros, la idea de intimidad tiene que ver con la esfera de la confianza, con los asuntos de pareja, con la expresión del impulso amoroso, las relaciones afectivas y el sexo.
Muchas de esas visiones tienen un reflejo en las imágenes que la fotógrafa, profesora de Artes Visuales y comisaria artística Keren Moscovitch ha seleccionado entre todas las remitidas a la más recienteconvocatoria del site fotográfico Feature Shot. El tema del llamamiento era precisamente ese: representar a través de la fotografía el concepto de intimidad. He aquí los trabajos seleccionados.






























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