En Muerte a los hombres malos encontramos a una colección de hombres que sin duda deberían desaparecer de nuestras vidas de la peor manera posible: hombres que nos han hecho daño, que nos han insultado, que nos han hecho esperar, creer y soñar para luego dejarnos hundidas en un pozo de amargura. Selmes y Torné se burlan, de una vez por todas, de toda esa testosterona mentirosa e indeseable. El suyo es un catálogo muy atrevido que en ocasiones recuerda al célebre Los capullos no regalan flores deModerna de Pueblo, a la letra de alguna canción punk de una banda femenina suburbial, o incluso a alguna versión mucho más sangrienta deThelma y Louise. Tras lanzar su grito de guerra, las mujeres despechadas recogen sus armas, limpian la sangre, aguantan la rabia y consiguen trazar escenarios cotidianos realmente tronchantes.
Muerte así a los hombres que fingen un apretón después de comer para que tú recojas la mesa.
Muerte a los que no limpian la casa ni aunque haya ratas.
Muerte a los que al ponerte a cuatro patas comentan con diversión que tienes un grano en el culo.
Muerte también a los que te ven llorar y preguntan si tienes la menstruación.
La polémica está servida.
Mejor no lo practiquen en sus hogares.












No hay comentarios:
Publicar un comentario