
Hay placeres basados en el erotismo, y también hay vicios que surgen de la guarrería. Cuando nos quedamos solos, nos gusta hacer cosas como cantar canciones y bailar desnudos por la casa; nos excita hacer el amor con una persona de nuestro mismo sexo y no contárselo a nadie; nos apasiona sacarnos mocos con los dedos y mirarlos hasta comprenderlos; y quizá hasta nos divierta comernos sólo el relleno de las galletas de chocolate, y tirar el resto a la basura. A los superhéroes les pasa lo mismo.
Todos tenemos nuestras pequeñas perversiones, nuestras exquisitas preferencias, nuestras más extrañas parafilias. Todos, sin excepción, porque incluso los héroes de ficción y de dibujos animados sueñan con juergas interminables y posturas raras. Algunos de ellos, además, se llenan la boca de Nutella cuando están deprimidos, o lamen bananas ansiosamente, como si echaran de menos un poco de compañía. Como si después de haber hecho su trabajo en nuestras pantallas, ya sólo les quedara el silencio y el desconsuelo.
El diseñador francés Géorge Guillemin ha imaginado esta intimidad, y a través de sus obras ha recreado las escenas más impensables de algunos personajes pop de nuestro imaginario. Por un lado, el cachondeo, el sexo y la drogadicción llegan a Disney. Por otro, el vicio más caliente termina por recorrer las venas de Superman, La Mujer Maravilla y toda su pandilla de fortachones justicieros. Guillemin mira por la mirilla de las celebridades imaginarias. Descubre entonces que no estamos locos. Que hasta en la ficción tenemos amigos con los que compartir nuestros delirios.




















No hay comentarios:
Publicar un comentario