Imaginen que un día despiertan distintos, un poco más ligeros, y un poco más silenciosos. Imaginen que vuestra piel huele a látex, y que al tocarla todo es suave y abultado. Imaginad que abrís entonces la ventana, y que la brisa de la calle entra por vosotros, y os agita los órganos y los huesos, ahora simples plásticos temblorosos sin sangre ni fluidos que circulen dentro de ellos. Imaginad, también, que no podéis hablar, que no podéis escuchar, pero que sin embargo podéis mirar melancólicamente y notar que un corazón invisible os late en vuestro nuevo pecho.
Si todas esas cosas ocurrieran, los más probable es que vuestra vida sucediera en tonos cálidos y con una música de piano absolutamente enternecedora. Vosotros seríais los protagonistas de algún corto de Greg Jardin y os pareceríais mucho al enigmático personaje que habita dentro de Floating, la última obra de este genial autor, especialista en llenar nuestras pantallas de pequeñas historias muy sencillas en apariencia, pero demasiado tremendas en realidad. Lo que encontramos en Floating son nueve minutos de vida de un hombre hecho de globos, que cree encontrar el amor, pero que para poder sentirse menos solo ha de sacrificarlo absolutamente todo.
De plástico, sí, pero muy humano. De mentira, sí, pero absolutamente sentimental. ¿Seríamos capaces nosotros, seres con órganos y vísceras, actuar de una manera tan impulsiva sólo por amor? Entrañable:
¿Quieres salir a volar conmigo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario