
Un buen día el joven fotógrafo Christopher McKenney se encontró en un bosque solitario. Nadie alrededor y en su mano únicamente un marco de cuadro y una sábana. Se encajó el marco en los hombros y se cubrió el rostro con la sábana. Luego retocó la fotografía para borrarse las piernas. Había encontrado la línea que definiría su trabajo desde entonces. Una línea que iría refinando y ampliando con el tiempo.
Hoy la especialidad de este fotógrafo de Pensylvania es recrear escenas que podrían salir de cualquier película de terror contemporánea, o que alguna noche han poblado nuestras pesadillas. Es un terror que no sólo recurre a los tópicos del imaginario monstruoso, sino que tiene un pie en lo onírico, en imágenes que pese a crear desasosiego también son extrañamente bonitas. Estampas misteriosas que invitan a soñar, y despiertan la chispa de la imaginación más tenebrosa.






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